Nubes nocturnas despiertas, ruedan y ruedan, tan de prisa centrando mis pensamientos.
Empañaron la ventana dejando gotas fotogénicas y maleables a figuras de corazones.
Ocultaban una luna sonora y así mi cabeza al revés entendía razones de bizarros momentos.
1.31, evaporación de estrellas: entre miradas y aleteos nocturnos el frío parpadeando no encuentra lugar entre latidos y tiempos.
Intros distorsionados confabulando con la única estrella, sin sueño, sin una mina fina y sin luz para guiar letras, pestañas andantes entre ese azul nublado, una sonrisa en el tejado que no quiso bajar hasta que el cielo estuvo completamente despejado y con su puntico blanco en el medio, preparado para seguir personas.
1.44, cielo en cráteres: un resplandor en deuda, corrientes de soplidos y manos transparentes de recuerdos pálidos.
Las linternas se agitan y la luna se esconde. Segundos cambiantes, voces sin instrumentos y nubes con forma de trueno.
El dulce olor de la noche viaja entre besos de lluvia, reflejando en ellos la única pastilla que no deja rastro de melancolía.
1.58, tal vez cerrando los ojos, tal vez descansando, tal vez mejor escribiendo en sueños.
Retrocediendo páginas queriendo exponerse, fotografía tras fotografía, canción tras canción. Un largo amanecer.
Empañaron la ventana dejando gotas fotogénicas y maleables a figuras de corazones.
Ocultaban una luna sonora y así mi cabeza al revés entendía razones de bizarros momentos.
1.31, evaporación de estrellas: entre miradas y aleteos nocturnos el frío parpadeando no encuentra lugar entre latidos y tiempos.
Intros distorsionados confabulando con la única estrella, sin sueño, sin una mina fina y sin luz para guiar letras, pestañas andantes entre ese azul nublado, una sonrisa en el tejado que no quiso bajar hasta que el cielo estuvo completamente despejado y con su puntico blanco en el medio, preparado para seguir personas.
1.44, cielo en cráteres: un resplandor en deuda, corrientes de soplidos y manos transparentes de recuerdos pálidos.
Las linternas se agitan y la luna se esconde. Segundos cambiantes, voces sin instrumentos y nubes con forma de trueno.
El dulce olor de la noche viaja entre besos de lluvia, reflejando en ellos la única pastilla que no deja rastro de melancolía.
1.58, tal vez cerrando los ojos, tal vez descansando, tal vez mejor escribiendo en sueños.
Retrocediendo páginas queriendo exponerse, fotografía tras fotografía, canción tras canción. Un largo amanecer.
2.00, un lápiz recostado: palabras a oscuras del mundo, dedos entrecruzados y una voz fuerte con poesía profunda.
Enfocando los ritmos que no noté antes de ver lo reconfortante que podría ser, el instante fotográfico.
Enfocando los ritmos que no noté antes de ver lo reconfortante que podría ser, el instante fotográfico.
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